“Hoy me desperté llorando. Soñé que mi madre moría, que mi abuelo estaba en el hospital, recordé la relación fallida con mi marido, las promesas, los sueños rotos, no pude soportar tanto, lloré. Yo llegué a Rio como un primer paso para buscar una nueva vida, quería olvidar mi divorcio, el desempleo, las deudas, dejar atrás la sensación de retroceso, de mediocridad. Vendí lo poco que me quedaba –casi nada porque el banco lo había embargado todo- hice las maletas, recordé un viejo sueño que tenía y decidí viajar para ordenar mis ideas y ver qué sería de mi vida. La primera parada sería Rio de Janeiro para después ir recorriendo otras partes de Brasil. Pero por más planes que tengamos y la convicción de ejecutarlos, el asar siempre nos recuerda que somos marionetas y nos mueve a su antojo colocándonos en otros caminos, y así fue que al llegar a Rio me enteré que mis padres tenían un problema y yo como hija no podía dejarlos. Tuve que quedarme aquí para trabajar y enviarles dinero y de eso ya hace un año. Yo salí de mi ciudad para buscar un nuevo comienzo, hice tantos planes para mi futuro y de repente cambió todo. No soy feliz, no me siento bien estando aquí, aún me sigo sintiendo como antes, siempre siento que me falta algo, alguna cosa falta en mí, pero no sé qué es, no me siento completa. Tengo esperanza de que esto cambie, pero por ahora debo seguir aquí, ayudando a mis padres” (Rio de Janeiro-Brasil)
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