“Estaba perdido, mi relación con esa persona era lo único que me mantenía a flote, era como una especie de espacio entra las cosas, de punto aparte, una suerte de capa protectora que me ayudaba a llevar los problemas del día a día, que me protegía de mí mismo, porque hasta entonces yo creía que estar en la cima lo era todo, trabajar, era todo, y con esa persona –en cierta forma- escapaba de eso. Cuando salía muy temprano de casa al trabajo y volvía, ya todos dormían, pero esa persona estaba ahí, despierta, aguardando por mí, o al menos eso era lo que me gustaba pensar, porque quien está para ti está en todo momento, quiero decir, te acompaña, pero la realidad –una vez más la realidad- era distinta: esa persona solo me buscaba cuando ella lo necesitaba, cuando estaba fuerte se olvidaba de que yo existía, cuando estaba perdida yo era la primera persona a la que acudía. Eso me lastimaba. Yo le había dedicado mucho esfuerzo para que funcionara, realmente quería que funcionara, pero no, a cambio solo obtenía indiferencia, ingratitud. No había camaradería, compañerismo y todas esas cosas lindas que hacen que el amor suceda. Yo sabía cuál era la solución, pero no la quería aceptar porque a las personas no nos gusta aceptar la realidad, preferimos vivir una idea en lugar de lo que realmente es. Pero finalmente lo hice, por el bien de los dos, corté, y fue como si me empujaran al vacío, pero solo entonces aprendí a volar por mí mismo.” (Rio de Janeiro-Brasil)
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