“Era mi tercer día en Arequipa y no podía dejar de mirarlo. Era como si me llamara. Parecerá que miento pero cada que iba por la calle me jalaba la mirada y la única idea que venía a mi mente era: ‘quiero llegar a su cima, quiero llegar a su cima’. Me estaba volviendo loco. La tarde de ese día empecé a averiguar en internet cómo podía hacer el treking hasta la cima del Misti por mi propia cuenta. No quería tomar un tour porque quería hacerlo a mi modo, ya sabes, vivir la experiencia a mi modo. Encontré el video de un chico que anteriormente lo había hecho y de él tomé todas las anotaciones que pude. Esa noche metí en la maleta dos bolsas de dormir, la tienda, una botella de dos litros y medio de agua y otra de medio litro de leche, comida, mucha comida. A la mañana siguiente partí. La primera parada fue este pueblo al que llegué en colectivo y que está a dos mil ocho cientos metros sobre el nivel del mar. Luego caminé quince kilómetros más. Subí como mil quinientos metros de diferencia. Aunque estaba un poco cansado aún tenía mucha energía. Llevaba unas zapatillas que eran una mierda, pero sabía que podía hacerlo porque era verano y no necesitaba de tanto equipo. Ese día me encontré con un grupo grande como de 15 personas que viajaban con una agencia al mismo destino. Me invitaron a ir con ellos pero no quise ir por lo que ya te dije. Nos separamos. Ya casi llegaba la noche. Armé la carpa y dormí. Durante la noche en ese lugar no importa si abres o cierras los ojos, nunca lograrás ver algo, todo es completamente oscuro. Estás a solas contigo mismo. A la mañana siguiente retomé el camino con las primeras luces del día. Ahora sí ya estaba cansado. Estaba por encima de los cinco mil metros y sentía que el aire me faltaba. Jadeaba a cada paso que daba. El aire me faltaba. Pero siempre me repetía: ‘voy a llegar a la cima, voy a llegar a la cima’. Finalmente así fue. Pasados los cráteres y fumarolas, no quiero decir lo que vi desde esa altura por querer que seas tú mismo quien lo vea. Y bueno, ahora estoy aquí, en San Pedro de Atacama, y siento que el Lascar me llama. ¿Quieres venir?” (San Pedro de Atacama-Chile)
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