“Estoy cansada, llevo once años haciendo esto y estoy cansada. Después que mi padre murió gran parte de mi mundo lo hizo también. Él era mi centro, mi todo, un gran amigo que perdí de un momento a otro. Por eso, cuando falleció, lo más natural era que yo buscase otra razón para vivir, y así me refugié en el albergue de perros. He rescatado de las calles cientos de perros, curado y dado de comer. Algunos de ellos están en adopción en diferentes partes del mundo y con el dolor de mi corazón tuve que dormir a otros porque no había más remedio. Fuera de mis animales, no tengo vida. Mi madre y hermanos dicen que estoy perdiendo tiempo porque los perros no me dan de comer. Y es verdad, no lo hacen, soy yo quien ve por ellos. Prácticamente todo el dinero que consigo trabajando va para los perros. Lo poco que consigo en donaciones va para los perros. Tengo treinta nueve años y no tengo casa, carro, profesión, nada. Sé que estoy haciendo el bien, comprándome una responsabilidad que no es la mía y estoy orgullosa de eso. Pero estoy cansada. Ahora mismo me gustaría agarrar mi mochila y viajar, ir a visitar a amigos y familiares que hace mucho tiempo no veo. Pero no puedo, aunque estoy cansada de esto, siento que he logrado mucho y no puedo decirle adiós así nomás, porque de hacerlo es como si volviera al mismo punto en el que estaba después que mi padre muriera: sin una razón por la cual vivir.” (Trujillo-Perú)
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