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Foto del escritorPersonas de Latinoamérica

Un parto para olvidar

"Aunque estaba dopada era consciente de todo, podía verlo todo. Vi a la doctora colocarse al pie de la cama y con el bisturí hacer un corte a la altura de mi bajo vientre. Sentí sus manos hundirse por la herida para ir separando uno a uno los tejidos hasta llegar a la base de mi útero. Vi retirar sus miembros ensangrentados para luego tomar un banquito sobre el que se subió y quedó detenida; lo peor estaba por empezar. Recargada sobre ese pedestal avanzó su cuerpo contra el mío dejándose caer con peso muerto. La idea era que al hacer presión mi hijo saliera por el orificio que me habían hecho. La técnica no era nueva, se remontaba a décadas anteriores, pero fue por su alto nivel de peligrosidad que quedó prohibida. Frenética, como si fuera una bestia que tiene delante de sí a su presa, embistió y embistió su cuerpo contra el mío sin lograr su objetivo. En cada golpe que daba sentía romperse mis cosillas, el aire me faltaba. Lloré, grité, pedí auxilio, no recuerdo bien si me desmayé por unos segundos, pero eso no bastó para que parara, al contrario, era como si mis lamentos hubieran excitado sus sentidos, porque al punto se incorporó sobre la banca y mirándome a los ojos - recuerdo que tenía la mirada vacía -, dijo: 'No sale, vamos a tener que cortar más.' 'Haz lo que tengas que hacer, solo quiero que saques bien a mi hijo'. Abrieron más, hizo de nuevo la misma maniobra y yo quedé sin aire. A los pocos segundos vi que sostenía entre brazos una pequeña masa de carne bañada en sangre y restos de una sustancia gelatinosa que reconocí luego como placenta. 'Ya nació' dijo, pero nadie celebró. Acaso movidos por cierta culpa extraña, todos callaban. '¿Qué pasa, por qué nadie me dice nada?', dije, tratando de incorporarme sobre mí misma, pero no podía, había olvidado que tenía las manos amarradas. nción empezó.

Aunque estaba dopada era consciente de todo, podía verlo todo. Vi a la doctora colocarse al pie de la cama y con el bisturí hacer un corte a la altura de mi bajo vientre. Sentí sus manos hundirse por la herida para ir separando uno a uno los tejidos hasta llegar a la base de mi útero. Vi retirar sus miembros ensangrentados para luego tomar un banquito sobre el que se subió y quedó detenida; lo peor estaba por empezar. Recargada sobre ese pedestal avanzó su cuerpo contra el mío dejándose caer con peso muerto. La idea era que al hacer presión mi hijo saliera por el orificio que me habían hecho. La técnica no era nueva, se remontaba a décadas anteriores, pero fue por su alto nivel de peligrosidad que quedó prohibida. Frenética, como si fuera una bestia que tiene delante de sí a su presa, embistió y embistió su cuerpo contra el mío sin lograr su objetivo. En cada golpe que daba sentía romperse mis cosillas, el aire me faltaba. Lloré, grité, pedí auxilio, no recuerdo bien si me desmayé por unos segundos, pero eso no bastó para que parara, al contrario, era como si mis lamentos hubieran exitado sus sentidos, porque al punto se incorporó sobre la banca y mirándome a los ojos - recuerdo que tenía la mirada vacía -, dijo: 'No sale, vamos a tener que cortar más.' 'Haz lo que tengas que hacer, solo quiero que saques bien a mi hijo'. Abrieron más, hizo de nuevo la misma maniobra y yo quedé sin aire. A los pocos segundos vi que sostenía entre brazos una pequeña masa de carne bañada en sangre y restos de una sustancia gelatinosa que reconocí luego como placenta. 'Ya nació' dijo, pero nadie celebró. Acaso movidos por cierta culpa extraña, todos callaban. '¿Qué pasa, por qué nadie me dice nada?', dije, tratando de incorporarme sobre mí misma, pero no podía, había olvidado que tenía las manos amarradas.

Yo solo quería que alguien me dijera qué era lo que pasaba. Durante todo el proceso de parto yo no había sido protagonista de nada. Era la llegada de mi hijo al mundo y yo, su única conexión con él, era un mueble más en la sala de operaciones. Ser tratada como persona durante el alumbramiento es algo que se debería dar por sentado, pero no, te hacen mierda, es como si se esforzaran por que fuera violento, no te respetan para nada, eres un objeto del cual tienen que sacar algo, nada más. Yo seguía amarrada y sin poder respirar bien. Empezaron a extirpar la placenta, limpiar y suturar la herida. 'Necesito que me suelten los brazos, por favor, necesito que me suelten los brazos, me estoy ahogando'. 'Ya vamos a terminar, ya vamos a terminar, no seas exagerada, si sigues así te voy a tener que sedar.'. Y yo pensaba: 'Si me sedan, voy a dormir; si duermo, voy a demorar en despertar; si demoro en despertar, voy a tardar más tiempo en estar bien para poder ver a mi hijo'. De pronto, empecé a temblar, sin control sobre mi cuerpo, empecé a temblar toda. Una enfermera que se acercó a mí me sujetó la mano diciendo: 'Ya van a terminar, tranquila, yo estoy aquí'. Me aferré a su mano tan fuerte que estoy segura que la lastimé.'No me sueltes, por favor, sé que te estoy lastimando, sé que te estoy haciendo daño, pero por lo que más quieras, no me vayas a soltar.' Ella fue la única persona que me trató de forma humana durante todo el proceso. Terminaron de coser, empezaron a lavar las cosas . Al instante en el que soltaron mis brazos me volvió a entrar el aire, pero estaba rendida, no tenía fuerza para nada, ni siquiera para ir a ver a mi hijo que en ese momento estaba en sala de cuidados. ¿Cómo fue el nacimiento de mi hijo? Una agonía, se suponía que debe ser lindo, pero el mío -como el de muchas mujeres- se encargaron de hacerlo mierda." (Lima-Perú)


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