"Mediocre, esperando que alguien más me dijera qué y cómo sentir, sin ser capaz de apreciar la belleza que me rodea, quiero decir: sin saber quién en realidad soy, un error, esa sería mi vida sin los libros en ella.
Recuerdo haber tenido catorce años cuando después de leer 'Robinson Crusoe' comprendí la fragilidad de mi mundo. El personaje en la novela quedaba varado totalmente solo en una isla desierta y me pregunté cómo yo reaccionaría si estuviera en esa situación. Por ese entonces mi familia me engreía demasiado y el solo hecho de pensar que algún día estaría sin ella -solo, igual que el personaje- despertó en mí gran temor y angustia que hasta hoy me estremecen. Después llegó el amor y con él la poesía, o mejor dicho: cuando el amor se fue me dejó los poemas, porque después que la primera enamorada que tuve me abandonó, yo me refugié en la lectura de versos y novelas de amor. En libros como 'Madame Bovary', 'Las travesuras de la niña mala', 'Ana Karenina', comprendí que el amor nunca nos pertenece, que él -en algún momento, no sé cuándo- se va de la persona amada para encontrar lugar en otra y ahí seguir amando.
¿Te das cuenta? No fue la muerte de algún amigo mío, no que alguien cercano me lo dijera; ¡fue un libro -tinta sobre papel- el que me hizo consciente que existo!" (Lima-Perú)
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