"Era la primera cita con mi enamorado de ese entonces y yo tenía mucho miedo porque hasta ese momento solo habíamos hablado por internet. Yo no sabía si todo lo que él me había dicho por chat era cierto, es más, ni siquiera tenía seguridad que él fuera real. Pero ahí estaba yo, cruzando el parque muerta de nervios, empujada por una fuerza que no terminaba por ser del todo mía, al encuentro con mi destino. Recuerdo que cuando lo ví pensé: 'Es más bajito de lo que creí', pero eso no importó, porque su carita de niño bueno me encantó. Era un parque hermoso, era un parque enorme, era su parque favorito. Nos saludamos con la afabilidad de dos conocidos que se sienten próximos, y empezamos a caminar. Hablábamos y hablábamos al punto que empezamos a repetir temas solo para estar más tiempo juntos. Me contó de su familia y su trabajo, de sus felicidades y sueños. Me dijo lo orgulloso que se sentía de estar estudiando leyes porque ese siempre había sido su gran anhelo. Esto último lo decía con emoción, con gran convicción, como si quisiera recordar en su tono de voz que lo que debe movernos es la pasión, y que 'si nos despertamos cada mañana es para seguir soñando'. Había algo de locura y magia en todo lo que decía, pero era sincero; me encantó. Cuando recobramos la noción del tiempo -nos habíamos encontrado con luz de día y ahora era ya de noche- estábamos parados al pie de un árbol y muriéndonos de frío. Aunque no llovía, sí garuaba y eso le daba cierta suavidad a la noche. Me miraba, muy de cerca me miraba, y yo le sostenía la mirada. Así nos quedamos durante largo rato, callados, pero con nuestros corazones llenos de pensamientos, hasta que con su mano llevó un mechón de mi pelo por detrás de la oreja y dijo: '¿Te puedo besar?'. Hasta entonces solo habíamos rozado nuestras manos un par de veces, y lo habíamos hecho con extremo cuidado, con intención de que pareciera casual. '¿Te puedo besar?', volvió a preguntar, y yo no pude más: bajé la mirada y me quedé callada...pero antes logré observar que en el cielo empezaba a brillar una estrella . Hacía tanto frío que mi nariz empezó a gotear. No sé si él se dio cuenta de esto, nunca se lo pregunté, pero sí se percató que estaba nerviosa y, acaso queriéndo darme confianza, volvió a preguntar: '¿Te puedo besar?'. Aún tenía la cabeza gacha cuando inhalé el líquido de mi nariz toda mocasa y dije: 'Bueno', y me besó. Un beso; eso fue todo.
Han pasado cinco años desde ese momento, desde que estuvimos juntos. Hoy en día ya no seguimos más, pero es un momento que hasta ahora cuando lo recuerdo me trae muchísima ilusión y me da como una sensación de que fue bueno y siempre será bueno ese recuerdo, porque el amor tiene esa cualidad: hacer de momentos simples recuerdos inolvidables, como por ejemplo un beso en el parque bajo un árbol y con la nariz todo mocosa." (Quito-Ecuador)
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