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Foto del escritorPersonas de Latinoamérica

Sueños de viaje, dormir en la calle

"Estaba en un hostel en Salta (Argentina) haciendo la cuarentena cuando nos dijeron que debíamos dejar el lugar porque lo cerrarían. De la noche a la mañana éramos más de diez personas que nos quedábamos en la calle sin tener lugar donde ir y con el riesgo de contagiarnos de Coronavirus. Publiqué en Facebook mi situación para ver si alguien podía ayudarme y una persona me escribió ofreciendo darme la mano. Lo único que tenía que hacer era llegar a Villa María (Córdoba) y todo estaría solucionado. La noche de ese día dormí bien y a la mañana siguiente me despedí de mis amigos con la tranquilidad del que lo tiene todo resuelto. Tomé un bus que pasaría cerca de Córdoba y una vez ahí el plan era llegar caminando a la ciudad. Cuando pisé la entrada de Córdoba, un retén de policías me detuvo diciendo que nadie podía entrar ni salir de ella. Debido a la enfermedad se habían adoptado medidas de precaución para evitar el contagio y una de ellas era el cierre de fronteras. Le escribí a la persona que se ofreció ayudarme contándole la situación, pero nunca respondió, a los pocos minutos vi que me había bloqueado del Facebook. En ese instante se me vino la noche, supe entonces que estaba completamente solo. Era quedarme ahí en medio de la nada a esperar que mi suerte cambiara o empezar a caminar y caminar para forzar que mi destino tome otro camino. ¿Tú qué harías? Yo decidí lo segundo.

Tomé la ruta nueve por la que caminé más de cien kilómetros hasta llegar a 'Tío Pujio'. Casi no me quedaba nada de comer en la mochila pero no me angustiaba porque seguramente en la ciudad encontraría ayuda. En 'Tío Pujio' otro retén me detuvo, pero esta vez me llevó a la comisaria porque la circulación estaba prohibida. Recién cuando les mostré mi declaración jurada de tránsito me dejaron ir no sin antes desearme buena suerte. 'La necesitarás', dijeron, casi como si estuvieran sintiendo lástima, y me soltaron. No encontré lo que buscaba en el lugar. Llegó la noche y dormí en una estación de servicio. A la mañana siguiente una mujer me levantó con una tasa de café y bollos calientes, ese pequeño gesto me reconfortó el alma. Terminado el desayuno caminé otros ochenta kilómetros hasta un pueblo cuyo nombre ya no recuerdo, pero fue lo mismo: calles vacías, puertas cerradas, la gente mirándote con compasión pero también miedo, y cuando eso sucede no tienes nada, absolutamente nada. Desde ahí me he ido movilizando por la ruta diez, la ocho, la ciento cincuenta y ocho, y otras tantas. En el trayecto he tratado de hacer dedo, pero nadie quiere recogerme por obvias razones; yo los entiendo. Durante estos días he dormido en campos, casetas de vigilancia abandonadas, estaciones de servicio y otros lugares. Me protejo del frío con una frazada vieja que tengo - hace mucho que no tengo carpa-, y he comido de lo que los demás me han podido alcanzar. También me he cruzado con otras personas que al igual que yo se encuentran escapando de la desgracia. Esa ha sido mi vida desde hace más de una semana, caminar y caminar hasta donde me den las fuerzas o pueda finalmente encontrar lugar donde quedarme. No tengo miedo a contagiarme porque siempre le pido a Dios que me cuide y gracias a eso ÉL pone alcohol y barbijo en mi mochila. No he querido regresar a casa porque en ella mi familia ni si quiera recuerda que existo. Es feo pero es la realidad, porque el día que les dije que quería vivir de esta forma, ellos dijeron que me olvidara que tenía familia. Y así fue, nadie recuerda a Andrés Matías". (Córdoba-Argentina)


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