"Su nombre es Amaru y lo encontramos en Tingo María. Estaba junto a su mama y hermanito con una pareja de venezolanos pero nos quedamos con él porque él nos eligió. Desde el primer día que le hicimos mimos se hizo muy querido: iba a nuestra carpa y se enrollaba dentro de ella, nos traía pequeñas ofrendas, saltaba cada que nos veía, se nos trepaba. ‘Qué adorable bolita de pelos’, pensábamos. No sabíamos muy bien si quedárnoslo porque viajar con animales es una responsabilidad extra, pero por alguna extraña razón aquí estamos. Aunque nació viajando y sabe bien nuestra secuencia, es un poco loco. Una vez se nos perdió por media hora en Chosica y casi nos volvimos locas. Lo encontramos escondido en una caja de zapatos. Incluso para él algunas veces es difícil decir adiós a lugares: cuando se acostumbra a un sitio y toca volver a la ruta, se pone triste, lo sabemos porque no quiere salir de la mochila. Pero al final nos sigue. Si lo dejamos suelto en una plaza, va, salta, juega, pero vuelve con nosotras, vuelve a su mochila.” (Trujillo-Perú)
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