“Ahora que no vivimos juntos nuestra relación ha mejorado, porque solo la distancia ha hecho que pueda ver a mi papá a la cara sin el temor que antes me producía. De niño sufrí mucho maltrato físico y emocional por parte de mi padre. Si algo le iba mal durante el día, él se desquitaba conmigo. Solía golpearme o insultarme cuando algo que yo hacía no le parecía, como las veces que se quedaba dormido y yo no lo despertaba para que viera que había comido todo mi almuerzo. Muchas veces llegaba borracho a casa y se iba a los golpes con mi mamá y yo me quedaba llorando porque era un niño y no sabía qué hacer. Todo esto creó en mí un complejo de inferioridad que me impidió comunicarme de manera fluida con las personas, sobre todo con las chicas. Sentía temor de acercarme a alguien porque pensaba que nada de mí les podía gustar. Ahora mismo por ejemplo me cuesta decidirme hacer las cosas. Si tengo algún proyecto me digo a mí mismo ‘No, no lo voy a lograr’, y sin si quiera haberlo intentado, me doy por vencido. La confianza en mí mismo es algo que ahora estoy construyendo. Muy pocas veces mi papá me pidió disculpa por lo que hizo, y conociéndolo cómo es -una persona cerrada, violenta- ya me hice a la idea que no puedo esperar recibir algo que él no tiene para dar.” (Lima-Perú)
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