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Foto del escritorPersonas de Latinoamérica

Pan con sabor a hogar

“Era mi segundo día en Lima, no tenía ni un peso en el bolsillo y la noche anterior, por caridad de un chileno que conocí en el camino, pude dormir en una cama. Tenía hambre, caminaba con mi mochila al hombro por Los Olivos y tenía mucha hambre. Me sentía perdido: los autos iban y venían de un lado a otro sonando frenéticamente sus bocinas, las personas se atropellaban entre sí como si estuvieran siempre apuradas y sin rumbo fijo, los ambulantes – que ofrecían a voz en cuello sus productos- le daba a la atmósfera ese toque de desesperada grandeza, cuando de repente la vi: una panadería cerca a mí. Fue extraño, recuerdo que al sentimiento de alegría que me invadió por verla le sucedió uno vívido de vergüenza cuando pensé entrar en ella para pedir algo de comer, porque no estaba acostumbrado a pedir que me regalasen comida, yo en Venezuela tenía una vida modesta y no pasaba hambre. Pero eso era en mi país, ahora estaba solo, a cientos de kilómetros de casa y en una situación distinta. Avancé hacia el lugar y un hombre que bien podía ser mi padre me recibió. Le conté todo el viaje que había hecho y todo el hambre que tenía. El tipo no solo me dio pan, sino también un paquete de jamonada y diez soles, y me dijo: “Si obras bien te irá bien”. Un mes después de ese episodio vuelvo a la panadería, y cuando le conté que ya había conseguido trabajo él empezó a llorar, como si fuera mi padre, como si yo fuera un hijo que le contaba un logro, empezó a llorar. “Me alegra que te vaya bien”, me dijo. Antes de partir rumbo a Chile me despedí de él

. Es increíble cómo uno se encuentra personas de este tipo por el mundo, que –sin importar quién seas- te tiende la mano y celebra tus triunfos como si fueran los suyos.” Javier (Venezuela)

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