“Me sentía muy feliz porque sabía que desde cualquiera que sea el lugar en el que ahora mi papá estaba, él se sentiría muy orgulloso de mí por lo que había logrado. En el fondo, yo sabía que era algo mío, que terminar una carrera universitaria a mi edad era algo mío, porque era consciente de que en vida mi padre siempre estuvo orgulloso de mí –como cuando yo lo estaba cada vez que regresaba de un viaje y me llevaba de la mano a pasear por la calle-, pero fue en el lecho de su muerte cuando yo me comprometí a entregarle aquello que le hubiese gustado y que en vida nunca se lo di: el cartón universitario. Fue por ese motivo y porque sentía que también me lo debía –mi madre nunca pensó que yo podía terminar la carrera, ella y demás creyeron que la muerte de mi padre ese año, sumado a la pérdida de mi trabajo y otros problemas que se presentaron entonces, simplemente me derrumbarían- lo que me dio fuerza para seguir. Finalmente, cuando terminé los estudios y postulé a mi primer trabajo, estaba muy nerviosa, pero fui muy honesta con ellos y les dije que a pesar de que mi experiencia laboral en el rubro no era tan amplia oficialmente, tenía muchas ganas de formar parte del equipo y que eso ero lo más importante. Terminé ocupando una gerencia en esa empresa y sé que mi padre, desde donde quiera que sea que ahora se encuentre, está muy orgulloso de mí” (Nevenka-Copiapó)
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