“No es un día particular en el que te despiertas y dices: ‘Toqué fondo, estoy jodida’. No, es algo más bien progresivo, algo que siempre está ahí y que de a rato vuelve para recordarte que estás malgastando tu vida. Yo estaba molesta con el mundo. No comprendía por qué había tanto sufrimiento en él, por qué los seres humanos estamos llenos de tanta mierda. Iba a la escuela por el hecho de tener que ir y no porque sea algo que me motivara. Justo como la gente adulta lo hace hoy con sus trabajos. Todas las mañanas me la pasaba tirada en la cama sin ver algún propósito real por el cual hacer las cosas. Con apenas diecisiete año era un robot, me presionaba a mí misma para encajar en un lugar al que no pertenecía, no prestaba atención a lo que sentía ni lo que quería, iba por la vida jodiendo a las personas, no me quería. Cuando llegaba a ese punto, me sentía rota, y lo único que quería era olvidarme de mí misma fumando yerba todo el día. Y lo hacía. Podía meterme siete gramos por día y todo bien. Para financiar mi vicio hice cosas de las que no estoy orgullosa. Fui dealer, ordené drogas por la deep web, muchas veces escapé de la policía y una que otra recibí amenazas de algún mafioso por chocar con su negocio. Sin estar consciente de ello, puse en riesgo a mi familia. No pasó nada en particular, nadie me amenazó con un arma o rompió las piernas para que yo dejara ese mundo. Se me ocurre que quizá fue ese deseo que tenemos los humanos por aferrarnos a la vida, la esperanza por ser felices y buscar la calma que en todos nosotros habita lo que me llevó a parar de consumir drogas y poner en claro mi mente. No fue una decisión razonada, solo llegó. Empecé a escucharme y lo primero que oí fue la paz del silencio, el placer enorme que produce tener el alma reposada. Si antes quería vivir a más de cien al timón y sin volante, ahora había aprendido a amar la calma. Yo quería sentirme viva, pero no de la manera que muchos hacen: destruyendo sus sentidos. Quería más bien estar conectada con lo que me rodeaba: las personas, la naturaleza. Y todo eso no estaba ahí afuera ni en las drogas, sino en mí.” (Trujillo-Perú)
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