“No importaba si salía una nota mal, estábamos todos felices, tocando, disfrutando, la gente estaba realmente feliz y se notaba en las caras. Por algunos retrasos con el bus llegamos un poco tarde esa noche, pero cuando lo hicimos había ya un montón de gente alrededor de una fogata, tocando música, comiendo, bailando, como jugando, ahí disfrutando. A la mañana siguiente despertamos con música, siempre había música. Había mucha conexión entre gente que ni si quiera se conocía. Los ensayos eran momentos increíbles, creo que el mayor momento de unión se producían en los ensayos: conexión de risa, de tocar, de disfrutar, salir de los ensayos refeliz, con los temas pegados, si alguien pifiaba no importaba porque era super compañero todo, si había algo que te costaba venía alguien y te colaboraba o podías preguntarle a alguien y juntarte con esa persona a estudiar. Había mucho amor, todo el tiempo era amor, y mucho se manejó la idea de la palabra y la comunicación para todo. Era una locura hermosa: sacar 16 temas en dos semanas con cuarenta personas más o menos es difícil de imaginar, al menos para mí, y de repente, no solo salieron, sino que fueron súper sentidos y disfrutados, no fue un momento de nervio para nada”.
Kalú (Argentina), sobre el EtnoCahuil 2019
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