“Éramos como cincuenta hippies sobre la mesa festejando el año dos mil, todos quejándonos de la reuma, la próstata, la diabetes, cuando de repente, en son de broma, dije: ‘¡Ya está, pongámonos todos en sarcófagos y hagamos un museo hippie con nuestros restos, que esto es lo que quedó del hipismo!’, todos estallaron en risas y mientras yo también lo hacía, decía para mis adentros: ‘No es mala la idea’. Y es así como surgió el museo hippie, como una broma. A partir de ahí comencé a desarrollar la idea, desempolvando piezas que había juntado a lo largo de mis viajes, seleccionando textos y personajes históricos de la cultura hippie, armando el espacio en el que levantaría el museo, y veinte años después, aquí estamos, sentados sobre la broma. Esta es mi única fuente de ingresos, y aunque no gano mucho dinero, sigo porque me gusta, porque quiero difundir esta filosofía, sacarle la ignorancia a la gente de la cabeza. Padres mandan a sus hijos a mi museo, abuelos mandan a sus nietos, nietos mandan a sus abuelos, y así, porque lo mío es eso, abrirles la mente.” (San Marcos Sierras- Argentina)
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