“No sé por qué me desprecia tanto, quizá tenga que ver con que de niño le cogí plata o que desaprobé algunos cursos en la escuela, pero la verdad no sé por qué mi mamá me odia tanto. Dice que no soy su hijo, que mi verdadera madre es mi hermana mayor y que ella solo está haciéndole un favor al cuidarme. Eso me lo dice desde que yo tenía siete años, ahora estoy por cumplir los dieciocho. Ya olvidé la última vez que me dio un beso, que me dijo ‘Te quiero’, solo lo hacía cuando necesitaba que le hiciera un favor. De niño mi mamá me golpeaba mucho. Una vez cuando en primaria desaprobé algunos cursos me pegó con un palo hasta romperme la cabeza. Me rompió la cabeza tres veces. Si llegaba visita y me estaba pegando, ella me escondía para después sacarme y seguir moliéndome a palos. Me golpeaba y golpeaba, me echaba agua fría y me botaba a la calle. Quizá por eso empecé a robar, por el deseo de hacerla sufrir. Pero ni aun así, porque cuando me capturaron y un juez me mandó a la correccional durante dieciocho meses, ella ni si quiera se puso triste y solo fue a visitarme dos veces. Ahora, por mandato judicial, he vuelto a su casa. Dice que soy un inquilino y no quiere que le coja si quiera una galleta porque de hacerlo me acusará de robo al juez. Dice también que me quitará el apellido, que está haciendo los papeles para quitarme el apellido. Algunas veces sueño con que me diga ‘Hijo, te quiero’, pero sé que eso nunca sucederá, porque ella no me ama. Por eso persigo cosas más reales: ahorrar plata suficiente para que cuando cumpla la mayoría de edad pueda alquilarme un cuarto y ponerme a trabajar. Ya no espero nada de ella, solo quiero estar tranquilo” (Cajamarca-Perú)
*Imagen referencial, tomada de Humans of New York
