“El primer libro que leí en mi vida fue ‘Las ventajas de ser invisible’, y me gustó porque me sentí identificado con la historia: un muchacho que no encajaba en nada y al que los amigos le ayudaron a descubrir el mundo. Solo que en este caso mis amigos eran los libros. Soy una persona un poco cerrada y en los libros encontraba la posibilidad de vivir otras vidas sin el riesgo que ello implica. Mi vida escolar era bastante aburrida y leer durante clases era una forma de juego, un juego que me tomaba muy enserio. Fantaseaba algunas veces con ser escritor, otras eso no importaba porque lo único que quería era saborear las palabras. Y toda esta fantasía era muy real porque había nacido de mí. En casa nunca nadie me leyó un cuento, fui yo mismo quien descubrió la pasión por la lectura, que solo llegó, de la misma forma que llega el amor. Después de la etapa escolar tuve que dejar de leer lo que me gustaba porque debía prepararme para la universidad. Un año entero estuve leyendo cualquier cosa menos cuentos ni novelas. Estaba tan concentrado por ingresar que olvidé lo que se sentía estar entre libros. Ahora que finalmente lo hice y estoy retomando la lectura no siento el mismo placer que sentía antes. Siento que las palabras son insípidas, no están cargadas de esa fantasía cuando me encerraba en mi cuarto a leer. Tal vez hay algo en mí que se perdió, una puerta que se cerró y tras de ella un mundo completo de sueños. Tal vez sea el tiempo que le dediqué a los estudios lo que mató la pasión, tal vez ahora solo me interesen otras cosas y deba ir por ellas, pero no sé cuáles son. Lo cierto es que ahora todo ha vuelto a ser previsible, aburridamente normal, justo como era antes de los libros.” (Trujillo-Perú)
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