“He sido una persona que ha sentido en carne propia el sufrimiento de los animales: hambre, maltrato, soledad, sentirse ignorado. Es ese motivo por el que estoy al lado de ellos. Todos los días me levanto muy temprano para prepararles un poco de comida que reparto por la ciudad montado en mi bicicleta. Ellos ya me conocen, a lo lejos me ven y se ponen a saltar como si fueran niños que alegres reciben a su padre. Se abalanzan sobre mí, me lamen las manos o tiran con sus hocicos tiernamente de mi pantalón queriéndome llevar cada uno de ellos a su propio espacio.
Los animalitos son iguales que las personas: tienen hambre, sed, frío. Incluso en algunas ocasiones son mejores que ellas: si los ofendes no tomaran venganza, si los traicionas no te traicionarán. Lamentablemente hay personas de corazón extraño que no lo ven así, y tienen animalitos por tener, los encierran en casa, los maltratan o si se cansaron de ellos los abandonan en la calle donde los vez caminando con carita triste. Y nosotros no podemos ser indiferentes a ese dolor sin sentir que algo dentro nuestro está muerto. Al final, cuando me muera, nada me voy a llevar de este mundo, pero sí me iré tranquilo con mi consciencia, porque al menos ayude a hacer más llevadera una vida.” (Lima-Perú)
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