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Foto del escritorPersonas de Latinoamérica

Lo que pasó esa noche

“Aún no sé por qué no termino de perdonarme. Aunque trato de racionalizarlo y llego a la conclusión que no soy culpable, algo en mí me dice que pude prever lo que sucedería. Cuando me llamó por segunda vez aquella semana para reclamarme por lo que había pasado, yo no sabía qué hacer. Trataba de recordar la secuencia de las cosas y todo estaba claro en mi mente: yo me había ido al cuarto de ella con la intención de descansar porque estaba borracho, luego ella entró, se tendió a mi lado, pasó su mano por mi espalda y empezamos a besarnos, pidió que colocara seguro a la puerta y terminamos juntos esa noche. Cuando despertamos nos despedimos con un beso y no volví a saber de ella hasta dos días después. Me llamó para preguntarme lo que había pasado. Le conté todo. Colgó el teléfono y a mí me dejó con la inquietud: ‘¿por qué llamaría para preguntar eso?’. Días después volvió a llamar. Esta vez estaba molesta, nerviosa, indignada, al borde del llanto. Empezó a insultarme y decir que yo me había aprovechado de ella, que yo la había emborrachado para acostarme con ella. Quedé paralizado, un hoyo inmenso se abrió en mi alma y no supe qué decir. Habíamos tenido sexo casual y ahora ella prácticamente me acusaba de haberla violado. Le pregunté qué era lo que quería, ¿una disculpa?, ¿poner una denuncia en la comisaria?, ¿arrodillarme ante ella y decirle lo mal que me sentía?, ¿qué era lo que quería? Pasaron seis meses en las que mi vida fue un completo desastre: me recluí del mundo, no iba a fiestas ni mucho menos probaba licor por temor a que suceda algo parecido, mi rendimiento en la universidad bajó, mi alimentación empeoró, soñaba con escenas donde yo abusaba de ella, me veía al espejo y sentía asco, me veía culpable. Año tras año iba aprendiendo a cómo manejar esos sentimientos, hasta que me la crucé en un foro sobre cine. Estaba con su enamorado y cuando me vio la cara se le llenó de un terror del que no tienes idea. Era como si una víctima hubiera visto a su victimario. Todos los sentimientos de negatividad volvieron a mí de un solo plomazo. Me fui de la muestra. Aún ahora que te cuento esto, y que ya han pasado casi diez años, no puedo evitar sentir culpa, no puedo dejar de repetirme que aquella noche en la que empezaba a sentirme borracho lo mejor hubiera sido no tomar más e irme a casa, pero cómo le pides a un muchacho de veintidós años que le diga no a la fiesta.” (Trujillo-Perú)

*Imagen referencial, tomada de Humans of New York

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