“Mi mamá sufrió mucho. A los diecisiete años mi abuelo la botó de la casa porque se embarazó de mí. Así, sola, conmigo en brazos, se fue al campo a buscar un lugar donde vivir. Empezó a cuidar las vacas para ganarse la vida y en un rincón armó su casa, de paja nomás la armó. Como animalito nomás vivía. Rodeada de la caca de las vacas y los moscos, soportando frío, cuidándome, así vivía. Mi papá yo no tengo. Sí conozco, pero no tengo, me abandonó. Como en la sierra la mujer tiene que tener marido, y un tiempo por aquí hubo hambruna, mi abuelo juntó a mi mamá con un chico de Ayacucho que tenía cosechas. Así conocí a mi padrastro. Así pues, como mi mamá había errado con mi papá, a la fuerza tuvo que meterse con este chico. Tuvieron cinco hijos. Mi mamá no lo amaba, pero estaba con él porque la ayudaba. Pero él era malo. Le golpeaba mucho a mi mamá y también a mí. Con puño, con lazo nos golpeaba. Mi mamá no lo dejaba porque ya tenía más hijos y si lo hacía estaría errando nuevamente. Finalmente mi mamá murió. A los cuarentaicinco años, murió, de cáncer al ovario. Quizá por tanto golpe, murió. Yo la recuerdo con cariño. Ella no me daba tanto amor pero la recuerdo con cariño. Porque ella no tuvo la culpa de todo lo que le pasó, porque después de todo, es mi madre.” (Mollepata-Cusco-Perú)
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