“Lo hice por años. Todo el tiempo creí que era lo mejor: cerrarme al mundo, sin muchos amigos, estar sola. Porque si al final del día las personas te defraudan, ¿para qué correr el riesgo y confiar? Y parecía que funcionaba, nadie me lastimaba y yo no lastimaba a nadie. Todo estaba en orden, calculado, tranquilo, pero no era real. Lo conocí en mi grupo de teatro y solo lo volví a ver cuando coincidimos en un trabajo. Al inicio me era indiferente, incluso inmaduro: llegaba tarde al trabajo, hablaba con excesiva confianza a personas que recién conocía, siempre se movía, no podía estar tranquilo. Pensar en algo juntos era absurdo. Pero la presión en el trabajo era tanta y pasábamos tanto tiempo juntos, que nos hicimos amigos. Poco a poco lo fui conociendo más. Me di cuenta que era simpático, audaz y divertido. Me gustaba lo amable que era con otros y lo sencillo que era para él ser él mismo. Todo lo contrario a mí. En un momento empezamos a salir y al poco tiempo nos hicimos enamorados. Pero algo no marchaba bien en mí. Desde niña se me hacía difícil expresar mis emociones porque mis padres fueron muy estrictos sobre eso. A mamá no podía decirle mamá, sino maestra. Con papá no hablábamos de esos temas. Ese problema –de exteriorizar lo que sentía- lo trasladé a él. Muchas veces me mostré distante a su lado. Si me decía que me quería, raras veces respondía. Si tenía algún problema y él lo percibía, me preguntaba qué era lo que pasaba, y yo decía ‘nada, no pasa nada’, y forzaba una sonrisa. Y todo eso va marcando, poco a poco se va haciendo grande. Pero no me ocultaba porque no lo quisiese, porque lo cierto era que moría de amor por él. Lo hacía por miedo a que descubriera quien realmente yo era: una chica sensible, muy sensible, alguien que en el fondo cree que los cuentos de hadas sí pueden ser realidad. Él sabía que yo fingía y aún así estaba a mi lado. Pero todo tiene un límite y él llegó al suyo. Cuando quise cambiar ya era tarde. Él se había cansado de mis desplantes y no había marcha atrás. Lo busqué, actué de formas como las que nunca había actuado antes porque en verdad lo amaba. Intenté que me escuchara, contarle lo de mis padres, hacer que vea la relación desde mis ojos, pero no bastó, fue inútil. Te dije que al final del día las personas te defraudaban, y no me equivoqué, yo lo defraudé a él.” (Lima-Perú)
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