“Mi sueño siempre fue ir a Jamaica por su alegría, bailes y todos esos matices de su colorida cultura, pero dijeron que si iba allá me robarían, violarían o incluso hasta matarían, porque en el imaginario de las personas que me decían eso el hecho de que Jamaica sea un país pobre lo hacía necesariamente inseguro. Pero el alma tiene otro idioma, que son como campanadas de bronce retumbando a media tarde, y que nos dice que no hay ser desdichado si intentó lo que quiso. Y así fue, desde el momento en que aterricé en aquella parte del mundo sentí ese airecito caribeño flotando en la atmósfera, ¡tal como me lo había imaginado y como se retrata en la cultura reggae! A pesar de su pobreza, los jamaiquinos eran ricos porque les sobraba aquello que muchos que lo tienen todo, carecen, y me refiero a la felicidad, la chispa, esa alegría que traspasa fronteras y te dice que todas las personas sonríen en el mismo idioma a pesar de las condiciones. Amabilidad y querer compartir lo poco que tenían con nosotras, eso y mucho más fue lo que encontré en Jamaica” (Gabriela-Chile)
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