“Es una de las historias que nunca voy a olvidar. Yo estaba tirado en medio de la carretera entre São Paulo y Curitiba, haciendo dedo para llegar a Rio de Janeiro y ver la final de la Copa América. Aguardaba sin mucha esperanza porque al día siguiente era el partido y me faltaban más de mil kilómetros. En Brasil hacer dedo no es fácil. Eran casi las cuatro de la tarde y esperaba ahí, hasta que se detuvo un auto. Era una camioneta blanca con el parachoques y culata plateados. Tomé en una mis maletas y fui corriendo hasta donde se había estacionado. ‘Voy a Sao Paulo’, dijo el hombre que manejaba, él llevaba unas gafas negras. ‘No me importa –pensé-, solo quiero que me saques de aquí’. Subí a la camioneta y mi primera impresión de él fue que era un tipo reservado porque respondía de manera cortante a mi conversación. Pero luego, ya más en confianza, me preguntó: ‘¿Te gustan las peleas?’. ‘Claro’, respondí. ‘¿Ves la UFC?’, continuó. ‘Sí, cuando tengo tiempo’. ‘Yo peleo en la UFC’. En un primer momento no le creí, las posibilidades de que eso suceda eran de una en un millón. Él debió de advertir mi incredulidad, así que cogió su celular, escribió algo y me lo dio. Ahí estaban, fotos de él en todo google, en algunas con la cara ensangrentada, en otras dando un gancho al vacío, en otras declarando para la prensa. Serginho Moraes era tricampeón mundial de jiu-jitsu y yo estaba sentado a su lado. Esa noche me llevó a casa de sus padres, me presentó a su familia, cenamos, dimos algunas predicciones del partido, me dio viandas para el viaje y me acompañó hasta la estación del metro para seguir mi camino. Al día siguiente, no sé cómo, estaba ya en Rio de Janeiro.” (San Pedro de Atacama-Chile)
Comments