“Te conocí cuando tenías dos años de nacido y llegué a quererte como a un hijo. Cuando tu mamá me contrató para cuidarte, me advirtió: ‘Ten cuidado, mi hijo es terrible’. Pero se equivocaba, eras peor. Para darte de comer era un problema. Empezabas a patalear y gritabas: ‘No quiero, no quiero’, y apretabas los dientes y me tirabas toda la sopa encima. Cuando tu mamá debía irse a trabajar tú te prendías de su pierna y llorabas como si te fueras a desmayar. Eras un artista en potencia. Entonces yo te cargaba, te llevaba de aquí para allá, te decía lo mucho que te quería y te calmabas. Así, de a pocos, te fui domesticando. Pero siempre fuiste rebelde y caprichoso, querías hacerlo todo a tu modo y a tu tiempo. No parabas de desarmar y armar cosas. Todo el tiempo observando, haciendo preguntas, no parabas de hacer preguntas: ‘¿Tía Olguita, para qué sirve eso?, ¿tía Olguita, por qué hacemos lo que hacemos?, ¿tía Olguita, por qué las personas mueren?, tía Olguita, tía Olguita, tía Olguita’, todo el tiempo. Precisamente el tiempo se encargó de hacernos uno. Sin saber cómo, en un momento, te sentía parte de mí. Te llevaba y recogía del colegio. Me daban las quejas de lo mal que te portabas en el aula y yo te decía que mantendríamos eso en secreto para que tu mamá no se molestara. Cuando tu mamá te daba de nalgadas porque te portabas mal, yo te defendía. Te bañaba, te peinaba, te vestía. Para que durmieras te cantaba o contaba historias y caías en mis brazos, ¿recuerdas? . Me llenabas de besos y decías: ‘Tía Olguita, no sabes cuánto te quiero’. Íbamos a la chacra de mi madre y junto a tu hermano te bañabas en el río. Saltabas, de una piedra a otra, como si fueras un chorro de agua, y yo asustada por que no te pasara algo. Trabajé tres años a tu lado. Cuando te dije que tenía que dejar el empleo –hubieron problemas en casa y yo no podía continuar-, empezaste a llorar, me abrazaste y llorando me dijiste: ‘No te vayas tía Olguita, yo te quiero mucho, no te vayas’. Pero me tuve que ir, y una parte de mí se quedó contigo. Eso fue hace veinticuatro años, y ahora te tengo frente a mí, y no sabes cómo quisiera cargarte entre mis brazos.” (Lima-Perú)
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