El viaje de Santiago

“La idea fue de Santiago, y yo –como su padre- decidí acompañarlo. ‘Mi amor, ¿quieres venir a viajar en moto con nosotros?’, le pregunté a mi esposa. Al inicio ella tuvo un poco de miedo porque a uno le pasan cosas en el camino. Pero como a él y a mí nos gustaba, y uno en la vida tiene que hacer cosas que le gustan, finalmente decidió cerrar el negocio por unos días y venir con nosotros. Santiago planeó la ruta. Partiríamos desde Santiago hasta Socaire –que son más de mil seiscientos kilómetros-, un pueblo poco accesible, ¿por qué?, porque se trata de eso, de retarnos a nosotros mismos. Así que hicimos las alforjas, llenamos los tanques de gasolina, y con las primera luces del sol partimos en moto. Nos demoramos cinco días en llegar. Nos fuimos por ruta de interiores, toda la costa, parando donde se nos venía en gana para ver los paisajes o simplemente para tomar un poco de agua. Acampábamos donde caía la noche. y despertábamos no con el ruido de los motores, como sucede en la ciudad, sino con el de la naturaleza, de las ramas de los árboles entreverándose unas con otras. Cada cosa que nos sucedía –como que se rompa la piola de la moto en plena carretera- no nos incomodaba, lo enfrentábamos de manera calmada porque estábamos los tres, éramos los tres nuevamente, como cuando él era niño y lo llevábamos de excursión y dormíamos todos en una carpa. Todo esto fue una bonita experiencia, no pensé que la viviríamos así. Hemos pasado un tiempo increíble en instancias super íntimas. Ahora estamos planeando otro viaje para el próximo año rumbo a la Carretera Austral. Cuando era niño, Santiago iba a mis espaldas mientras yo manejaba la moto. Hoy él estuvo guiando el camino.” (San Pedro de Atacama-Chile)