“Yo estaba en casa cuando recibí el mensaje de mi madre diciendo que mi hermana había muerto. El día que me fui de Venezuela partí dejándola enferma, y aunque en un momento se me cruzó por la mente la idea de que algo le podía pasar mientras yo no esté, era eso, solo una posibilidad, porque lo real para mí en ese entonces era que yo ya no podía seguir más en mi país. El momento en el que leí el mensaje yo estaba sola. Como necesitaban dinero para el funeral salí a vender caramelos. Quería vender al menos cincuenta soles para enviárselos a mi familia. Estaba parada en la calle con mi carrito tratando de vender, pero no podía. Estaba sin estar, los rostros de las personas eran un montón de imágenes confusas porque en mi mente solo estaba el recuerdo de mi hermana. Cuando me fui de Venezuela ella y yo nos habíamos peleado. Era una de esas tontas discusiones de hermanas que nos llevó a quitarnos el habla durante semanas. Recordar que me fui así de ella, molesta, me dolió. También recordé las veces que jugaba conmigo, las veces que le metía cuento a mis papás para que se fastidiaran conmigo, pero haciéndolo siempre en son de broma, porque ella era siempre alegre, siempre andaba riendo. En casa era ella quien siempre andaba más pendiente de mí: siempre me preguntaba cómo yo estaba y me decía las cosas como eran. Pero yo estaba muy encerrada en mí como para valorar todo eso. Yo seguía sin vender cuando llegó mi pareja y le conté lo que había pasado. Él tomó mi carrito y nos fuimos a casa. Han pasado algunos meses desde eso y aún ahora su muerte no me pega tanto como debería. Creo que el día que me dolerá realmente será cuando vuelva a casa y reciba el abrazo de todos menos del de mi hermana, cuando ya no tenga con quien pelear o nadie me pregunte cómo estoy.” (Lima-Perú)
top of page
bottom of page
Comments