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  • Foto del escritorPersonas de Latinoamérica

El día en que mi papá murió

“No sé por qué no sentí nada cuando mi papá murió. Se supone que debía estar destrozado, pero no fue así. Ahí estaba yo, inexpresivo, con su cadáver entre mis manos y sin que una lágrima cayera. ‘¿Por qué no lloras?’, me decían mis tíos durante su velorio. ‘La verdad que no sé’, respondía, y en ese momento me ponía a pensar: ‘¿Será que tengo un corazón duro?’. Pero no, no era así, era que para mí mi padre siempre fue un desconocido lo mismo que yo para él. Tal vez fueron los comentarios de sus amigos que le envenenaron la mente diciéndole que yo no era su hijo los que hicieron que nunca tuviera un gesto de cariño conmigo. Cuando llegaba a casa era como un señor que solo se sentaba a comer y hablar de negocios. Nunca me preguntó cómo me había ido durante el día o qué era lo que me gustaba, solo se limitaba a darme órdenes y nada más. En las celebraciones por el día del padre en el colegio era mi mamá quien solía ir. Él se iba con los amigos a emborracharse y en casa decía que no tenía plata. Solo cuando le diagnosticaron cáncer los muros que construyó a su alrededor empezaron a derrumbarse, o al menos eso me pareció. Tendido sobre la cama no era más el hombre fuerte que se levantaba de madrugada para ir a trabajar. Ya estando enfermo necesitaba que le alcanzaran un vaso de agua. Me decía: ‘Papi, tráeme esto’, y yo lo hacía. Me llamaba más ‘hijo’, sí, me di cuenta que me llamaba más hijo, y en el tono con el que pronunciaba esa palabra parecía como si quisiera decir todo lo que por años había callado, pero el tiempo no le alcanzó para hacerlo porque finalmente murió y todas esas palabras lo hicieron con él. Aún hasta ahora no me duele su partida.” (Lima-Perú)


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