“Todo estaba mal, todo ámbito de la vida estaba mal, a mis veintidós años sentía que nada de lo que hacía tenía sentido, estaba roto. En casa, cuando era niño, mi madre fue muy dura conmigo, me exigía demasiado. En la adolescencia las cosas no fueron mejor, tenía que cargar con los problemas de mi hermano y de mi padre que de manera constante discutían. Después llegó la universidad y con ella toda la presión de la vida académica. Sin saberlo, estaba perdido. Pero después, después llegó el amor y con él una excusa para olvidarse del mundo y sus problemas, ¿porque quién necesita pensar en la vida cuando está enamorado?
Con esta chica pasé momentos increíbles, era mi compañera de clase y competíamos mucho. Yo la admiraba porque hablaba del futuro con la certeza del presente. Nos enamoramos, fuimos juntos a Europa en un programa de intercambio y ahí vivimos algunos meses. Crecimos mucho juntos, pero también cometimos errores que nos marcaron. A las personas no nos gusta decir adiós porque por más que no queramos, los lugares y las personas con las que convivimos forman parte de nuestra identidad, y alejarnos de ella es una forma de muerte, y nadie quiere morir. Ella le daba bastante soporte a mi vida y yo no quería perderla, hacía de todo para que no se valla porque se había convertido en parte de mí, pero finalmente se marchó y todos los problemas que venían cargando hasta entonces, estallaron.
Dejé el trabajo en el que estaba porque después de que la relación terminó yo ya no podía seguir con la farsa. Había aceptado ese trabajo porque era una buena empresa la que me reclutaba, el puesto en el que estaba no era lo mío pero lo tomé por cómo se veía frente a los demás. Antes yo era así: ‘cómo me veo frente a los demás’. Salí del trabajo en el que estaba, me tomé algunos meses para mí, viaje a Uruguay, recuerdo.
A mi regreso fui al psicólogo. Le conté todo lo que había pasado desde niño y en la tercera o segunda sesión tuve cinco minutos de lucidez - porque antes yo sentía que no era yo mismo- y dije: ‘¿Sabes qué?, creo que es una oportunidad, porque cuando uno está mal, así de mal, es más fácil hacer cambios, cuando todo está bien nada te importa, no te detienes a pensar, y ahora todo está mal y quiero ver esto como la oportunidad para arreglar los problemas que yo sé que tengo, quiero cambiar mi vida, quiero no ser otra persona, sino hacer las cosas bien’. Y me respondió: ‘Tú ya sabes por dónde empezar’. Y así fue como hice algo que nunca pensé hacer, y eso era llevar las cosas mejor con mi mamá. Recuerdo que le dije a mi madre: ‘Quiero hablar contigo’, y nos encerramos en el cuarto y le dije las cosas que habían pasado de niño y que nunca antes le había dicho. Y esa fue la primera piedra, mejoró mucho la relación que teníamos a nivel familiar desde entonces; después empecé con los amigos; después llegó un buen trabajo que sí me gustaba; y así, poco a poco, las cosas se siguen arreglando.” (Porto Alegre-Brasil)
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