“Fui papá muy joven, a los dieciséis años. A esa edad me independicé para irme a vivir con mi entonces pareja y nuestro hijo. La relación no funcionó y nos separamos, pero nunca dejé de responder como padre. Hasta hace poco trabajaba de seguridad en una procesadora, pero por el Coronavirus tuve que salir. Me conseguí un empleo temporal y con mucho esfuerzo estoy cumpliendo con mi hijo, pero cada vez es más difícil, he tenido que hacer recortes en mi presupuesto y no sé si tendré que hacer más. Algunos de mis conocidos han fallecido por Covid y me pregunto qué sería de mi hijo si no estoy aquí para él, porque estoy cerca a cumplir los treinta años y no he hecho nada, no tengo nada que pueda dejarle para que se defienda en la vida. Aquí afuera la calle es dura, en la sociedad eres nada si no tienes algo, lo sé porque lo he vivido, lo he palpado, lo he sufrido. No me gustaría que mi hijo tuviera que pasar por eso, pero si pasa, y él se queda en el aire, la culpa será mía, porque fui un descuidado, un conformista. Algunas veces las personas pensamos que tenemos la vida arreglada, pero solo somos jóvenes. Eso fue lo que pasó conmigo: cuando me convertí en padre pensé tener todo solucionado para los treinta, tú sabes, casa, empleo estable, algún fin de semana con los amigos. Era joven y tenía futuro, así que podía esperar. Y así me quedé, esperando, y mientras esperaba me divertía, me dediqué a perder el tiempo solo dándole placer al cuerpo, haciéndole la fiesta a los demás o yéndome a la cama con mujeres. Dejé pasar oportunidades que sin duda me tendrían en una mejor posición ahora, gasté mi plata en tonterías, fui un quedado. No tendría por qué estar viviendo así, preocupado por el futuro de mi hijo, pero así es cuando no haces las cosas bien, y yo no las hice bien. Ahora no sé qué hacer, ahora estoy sentado en este parque pensando qué hacer.” (Lima-Perú)
