Con Mayra aprendí

“Empecé a cuidar a Mayra hace tres meses. Antes era auxiliar en una escuela primaria y aunque disfrutaba cuidando niños, con Mayra es distinto. Siento que con ella es especial porque me estoy haciendo cargo de la vida de un ser humano. Pero no de la manera que muchas personas se hacen cargo de otras: dándoles dinero para que compren cosas. Sino de una manera más humana. Con Mayra estoy desde antes que ella abra los ojos hasta después que los cierra. La asisto en todo, como a una niña, pero lo más importante es que me cuenta sobre su vida. Me cuenta lo rebelde y enamoradiza que era de joven, lo difícil que era ser mujer y libre en su época. Se ríe cuando recuerda en los problemas que se metía por ser bromista. Sí, porque a pesar de los años eso es algo que Mayra conserva: las bromas, las ganas de sonreírle a cada día. Pero también hay días malos, días en los que no quiere saber nada del mundo. Cuando esto sucede trato de ponerme en sus zapatos y tener paciencia, mucha paciencia. Mayra tiene noventa y nueve años y cuando la veo pienso en mí, pienso en mi padre. Pienso en la mejor persona que me he convertido gracias a su compañía porque realmente comprendí que –a pesar de las vidas que tengamos- todos vamos a llegar a esa edad queriendo al final de todo solo una cosa: alguien que se siente a nuestro lado queriendo saber un poco de nuestra vida sin pedir nada a cambio, sin importarle el tiempo que pasa.” (Lima-Perú)