“Cuando me sentía inseguro, cuando alguien más se acercaba a él y sentía que podía perderlo, él sonreía, se acercaba a mí, me tomaba de los hombros y mirándome a los ojos, como si ese instante fuera eterno, me abrazaba y decía: ‘Yo te amo, tú eres un príncipe, tú eres mi príncipe’, y en ese momento todas esas sombras se desvanecían. Cuando conocí a Lucas yo había pasado por una desilusión muy grande, me sentía inferior, no me sentía bien conmigo mismo y creía que nunca encontraría alguien. Nos conocimos por unos amigos en común y fue su inquietud por descubrir el mundo, lo que me atrajo. Era increíble cómo podían pasar horas de horas y él prestaba atención a cada simple palabra que yo decía. Empezamos a salir. Él me decía que no quería enamorarse, que no quería relaciones, que lo que él quería era construir primero una amistad y después ya se vería, entonces nos volvimos muy amigos. Y él me escuchaba y yo lo escuchaba a él. Era fantástico, era increíble; ¡nos escuchábamos!
Con Lucas aprendí a dejar de vivir muy estresado, muy ansioso y de tener la autoestima muy baja, fueron cosas que fui perdiendo a lo largo del tiempo. Con él también conseguí colocarme en el lugar de la otra persona, de sentir como la otra persona siente, de tener un poco más de confianza en mí mismo porque aprendí que siendo yo mismo podía conseguir agradar a una persona, y ese fue el bien más precioso que encontré en mi vida, no intentando ser otra persona sino siendo yo mismo, y eso fue lo que realmente me ayudó a llegar a ese camino, a entender que yo soy bueno como soy, que tú eres bueno como eres, y las personas son buenas como son. Lucas es un puerto seguro que está a mi lado, con el que puedo hablar. El vínculo que tengo con mi madre es filial, pero el que tengo con él es de enamorado, de amigo, él es mi príncipe, él es mi amigo, ¿entiendes?, y seguiremos siendo eso aun cuando puede que lo nuestro termine, ¿entiendes?, y bueno, ya no sé qué más decir.” (Rio de Janeiro-Brasil)
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