“No sé si era la educación en casa, la escuela, mi comunidad o el mundo en el cual vivimos y que nos dicta que es más el que más tiene, pero yo solía ser una persona a la que no le gustaba compartir. Podía decirle a alguien que tomara algo mío si lo necesitaba, pero no lo decía de corazón, siempre me estaba preguntando ‘¿quedará algo después?’, siempre calculando, pensando que hubiera sido mejor no dar lo que tenía, yo era el tipo de persona que hablaba con la gente solo cuando lo necesitaba. Luego me di cuenta que eso tenía que ver con la envidia, con el hecho de cómo es querer ser más que los demás nos lleva a acumular cosas que luego pasan a ser parte de nuestra identidad y se vuelven casi imposibles de soltar, pero son solo eso, cosas, no son reales, o en todo caso, no son naturales. Me dije entonces que no podía seguir así, que debía de cambiar porque no me sentía bien y que a partir de ese momento mi palabra de viaje sería compartir, compartir momentos, culturas, cualquier cosa, compartirlo todo, y eso me cambia, y creo que la familia puede verlo también porque ahora tengo mejor comunicación con ellos, nos sentimos un poco más cercanos, antes eso no era así tanto” (Daphne-Grecia)
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