“Cuando vas en la micro y empiezan a llorar, o cuando estás en la calle y hacen pataleta porque no les compraste algo, cuando tuviste un día difícil y te sientas a descansar y no puedes porque siempre se están moviendo de un lado a otro, y aun sabiendo que está bien porque son niños, y ellos actúan así, te dan ganas de dejarlo todo y regresarlos por donde vinieron. Pero son eso, momentos, porque cuando eres padre te das cuenta lo vulnerable que podemos llegar a ser los seres humanos. Tienes miedo de todo. Temes que le pase algo, que un desgraciado venga y le haga algo. Temes que no puedas darle las herramientas necesarias - educación, cariño, tranquilidad económica, de todo tipo- para ser lo que ellos quieran ser. El otro día el más pequeño se enfermó, estuvo internado siete días por problemas respiratorios, y yo quedé mal. Vivía angustiado. El sabor de la comida no era el mismo y no conseguía concentrarme en el trabajo. Cuando salía de la oficina me iba corriendo a verlo al hospital, y aunque la mamá estaba todo el tiempo con él, yo me sentía impotente, frustrado de verlo entubado y rodeado de máquinas y yo no poder hacer nada. Eso me partía el corazón.” (San Pedro de Atacama-Chile)
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