“ ‘Ya conchatumadre, dispárame, pues, dispárame, voy a encender esta huevada y vamos a morir todos conchatumadre’, les decía, mientras en una mano sostenía el balón de gas y en la otra el encendedor con el que amenazaba hacer estallar si hacían algo. ‘¿Y vos cuántos años tenés?, ¿tienes hijos, tienes señora? Ya pues conchatumadre, tus hijos y tu señora se van a quedar solos, te vas a morir conmigo perro culiao’ ‘, les decía, tratando de meterme a su mente. Eran como diez policías que me tenían cercado y me apuntaban con sus armas. Me habían ido a buscar por suplantación de identidad y hurto. Me citaron a la fiscalía para responder por esos delitos pero nunca fui. Entonces, ahí estaban. ‘Yo soy solo, mi familia no me quiere- les decía-, si me muero mis amigos van a hacer una fiesta, en cambio si te morís vos, cuántos van a sufrir, a mí mi papá no quiere, conchatumadre’, y mientras decía esto iba acercando el encendedor al balón. Y en un momento se me pasó por la cabeza hacerlo. Pero después llegó un huevón, que era como que el que más mandaba, pero era un viejito, el más hippie, y él me decía: ‘Francisco, tienes una vida por delante, tu familia te quiere, no lo hagas’. Hasta que al final desistí. Me redujeron, me sacaron la mierda y me llevaron. Todos me conocen allá donde vivo. El ‘pastrugo’ me dicen a mí, el ‘parloco’. Después de ese episodio volví a ir al psiquiatra. Siempre he ido desde chico. Fui de nuevo a la mierda esa y siempre preguntan las mismas huevadas. Me daban medicinas y yo paraba todo el día colgado, andaba empastillado en la calle. Ahora he cambiado, estoy tranquilo, es más aburrido vivir así pero estoy tranquilo.” (San Pedro de Atacama-Chile)
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